PRESENCIA DE BANDAS HAITINAS EN TERRITORIO DOMINICANO

El frecuente tráfico y permanencia de extranjeros indocumentados en RD ha generado que, a diario se difundan por los medios de comunicación y las redes, titulares como: “interceptan Yipeta con 26 ciudadanos haitianos”, “Cada año más de 50,000 niños haitianos cruzan a República Dominicana”, “30.5 % de los partos en los hospitales dominicanos pertenecen a ciudadanas haitianas”, “Al menos 10 haitianos heridos al chocar Yipeta que los transportaba de forma ilegal”, “Con piedras en manos haitianos se enfrentan a autoridades de migración”.
Esta rutina de hechos constantes, despiertan las interrogantes sobre cuál es la autoridad responsable del problema, que al paso del tiempo va de mal en peor. Surgen especulaciones sobre las causas de la permisibilidad de la entrada de los inmigrantes ilegales por cientos cuatro pasos clandestinos de la frontera, y surgen los cuestionamientos sobre la efectividad de las deportaciones, donde la gran mayoría vuelven a cruzar pagando peajes, lo que evidencia el alto nivel de permeabilidad de la frontera domínico-haitiana.
Se profundiza la incertidumbre social ante la abrumadora presencia de inmigrantes peligrosos y los desafíos a nuestras autoridades e instituciones, sin el asomo de acciones ejemplarizantes que envíen la señal del respeto a la ley, peor aún, no se exhiben medidas que sancionen esos reprochables episodios sin un régimen de consecuencias en contra de los que operan el negocio de la movilidad de indocumentados y los que reinciden en sus violaciones, así como para los que permiten el paso a cambio de sobornos.
En medio de una conducta histórica de resentimientos, rebeldía y sin haber vivido en un estado de derecho, con una inmigración mayormente analfabeta y de conocimientos primarios, son estimulado a entrar masivamente a nuestro territorio, por una mafia bien organizada, presionan a la República Dominicana, desde varias instituciones internacionales con apoyo de sectores nacionales a los fines de que acepte incondicionalmente asumir la responsabilidad de subsidiar la pobreza haitiana desde el territorio oriental.
El malestar se agrava, a la medida que Haití se ahoga en medio de su propia sangre, entre las luchas fratricidas de bandas criminales que han asumido el control total de la vecina nación, sin que la comunidad internacional se inmute, ante la violencia y el salvajismo, con violaciones de niñas y mujeres, secuestros, asesinatos, incluyendo a periodistas y religiosos. Esa comunidad internacional, a través de varias agencias que operan desde el territorio nacional, es la misma, que se conmueve de los maltratos que reciben los inmigrantes del lado dominicano y aplauden las agresiones de los extranjeros en contra de los nacionales.
Sin embargo, esa misma Comunidad Internacional, realiza una gran inversión para estimular el traslado de parturientas indocumentadas y de ciudadanos haitianos, sustentados en la estrategia de obtener a mediano plazo una población de origen haitiano con capacidad de decidir el destino nacional, contando con los nacidos en el país, hijos de inmigrantes sin documentos. De este modo, reiniciar una nueva embestida en contra del país, por violaciones a los derechos humanos de esos menores, por xenofobia, apatridia y racismo, y volver a crear una nueva crisis que resulte en una modificación al orden constitucional de la república, a la apertura de la frontera y a la integración de las dos naciones en un solo país.
Hay dominicanos que se prestan a maquinar operaciones conjuntas en contra de ambos pueblos: para hacer negocios a través del tráfico de personas, del cruce fronterizo, de la evasión de los puestos de chequeos a cambio de ganancias económicas. Contamos con una ley de Trata de Personas y otra ley de Migración, ambas con sanciones ejemplarizantes, que solo hay que aplicarlas, sin necesidad de más leyes sobre la materia.
Este país requiere de una acción conjunta de todos los sectores sociales, políticos, económicos, intelectuales y laborales, para tomar en serio la realidad que viven ambas naciones, para que no se haga tarde en reparar el daño. Hay que dejar la indiferencia de un mal que amenaza la existencia pacífica de ambos pueblos. El Estado debe ocuparse de controlar y sancionar la trata y la inmigración de indocumentados sin confundir ambos conceptos.
Mientras se avanza y se concluye con la verja perimetral que se construye, se imponen correctivos y soluciones funcionales y drásticas, acorde a los tiempos de interdependencia global, donde la migración es una manifestación de la conducta humana en razón de múltiples causales, y que en República Dominicana la hemos sufrido en mayor proporción, por la falta de autoridad en la sociedad Haitiana, que hoy día está controlado por una proliferación de bandas, sembrando el terror, hambre y desesperación a su pueblo que ve como solución, cruzar a territorio dominicano para no morir, lo que ha provocado el cruce de más de dos millones de ciudadanos por la frontera.
Definitivamente la solución de Haití no está en República Dominicana, lo mismo que en RD no caben dos banderas ni dos naciones con costumbres, creencias, cultura, idioma y comportamiento tan diferentes y antagónicos. República Dominicana ha hecho más de lo que podía hacer, ha cargado muy pesado. La miseria y la violencia en Haití requieren de la inmediata intervención de la comunidad internacional y pase de la retórica a los hechos. Basta ya de la distracción con el genocidio en la comunidad haitiana.
Por : José Miguel Vásquez García Coordinador de la maestría de Derecho Migratorio de la UASD.